Norma Segades – Manias

Nació el 5 de Junio de 1945 en la ciudad de Santa Fe, República Argentina, su lugar de residencia.

Libros publicados:
* Más allá de las máscaras (Poesía-Santa Fe,1989)
* El vuelo inhabitado (Poesía-Santa Fe,1990-* Premio Edición en el Certamen Regional Rosalina Fernandez de Peiroten-Asociación Santafesina de Escritores-Santa Fe-Argentina)
* Habitantes del paisaje-Capítulo: Mi voz a la deriva (Poesía-Santa Fe,1ª Ed.1990/2ª Ed.1991)
* Tiempo de duendes (Poesía-Santa Fe,1991)
* El amor sin mordazas (Poesía-Seuba Ediciones-Barcelona,1992- * Premio Edición en el Certamen Internacional Villa de Martorell-Barcelona-España; 2ª Ed.Santa Fe,1994-3ª Ed.México,2004)
* Crónica de las huellas (Poesía-Vinciguerra,2000- * Premio Alicia Moreau de Justo; 2ª Ed.México,2004)
* Un muelle en la nostalgia (Poesía-2001)
* A espaldas del silencio (Poesía-2002)
* Desde otras voces (Poesía-Linajes Editores-México,2004-Santa Fe,2005)
* La memoria encendida (Poesía-Santa Fe,2004)
* Pese a todo (CD-Poesía al alimón, en co-autoría con Silvia Delgado Fuentes-2004)
* A solas con la sombra (E-book-Poesía-2005-Editorial Alebrijes)
* Bitácora del viento (E-book-Poesía-2006-Editorial Alebrijes)
* Historias para Tiago (E-book-Poesía-2007-Editorial Alebrijes)
* En nombre de sus nombres (E-book-Poesía-2008-Editorial Alebrijes)
* Réquiem por los pájaros (E-book-Cuentos-2010-Editorial Alebrijes)

Acerca del verano.

Por afuera del huerto
se extienden geografías húmedas y salvajes.
Un mundo enmarañado como la cabellera del espino.
Donde nadie pronuncia el nombre del olivo
ni alude a la existencia de los robles.
Por afuera del huerto proliferan las voces guaraníticas,
linaje de yuchanes, timbóes, aromitos,
desconsuelo de sauces,
asambleas de ceibos, de laureles,
altos jacarandáes lloviznando campánulas
en la exacta, precisa coordenada de añiles y aceras implacables.
Y algunas mariposas que llegan con su muerte en las espaldas.
Por afuera del huerto transcurre la comarca.
Con sus calles umbrosas, sus ardores,
sus ángeles custodios, sus historias,
sus templos, sus milagros.
Con sus hondos silencios quebrantados a golpes de lloviznas,
a picos de zorzales,
a estertores de bayas mutiladas por la impiedad hambrienta de los silbos
o a jadeos desnudos de una aurora que avanza pariendo los crepúsculos,
leves huevos de luz depositados en nidos de palomas, entre los campanarios.
La comarca y su puente de hierro suspendido como una telaraña sobre la vastedad de la laguna.
Y la furia del agua azotando riberas con su rabo de espuma, su látigo sin pausa,
sus zarpas desollando las entrañas del légamo.
Y el cauce, el viejo cauce
conduciendo las dádivas del clima hacia los sembradíos de gaviotas,
los plantíos de sal y los abismos.
Por afuera del huerto,
el sopor de la siesta atraviesa el agobio de los fresnos, la piel de los lapachos,
con dardos de cigarras, con dagas de vigilias, de sosiegos.
Y los duendes escapan de todas las cortezas para atisbar el fondo del olvido.
Sobrevolando encima de los charcos como si se tratara de un espejo,
una fuente de piedra, un palantir de fuego que les permita liberar los pórticos,
eludir emboscadas.
Los duendes que protegen los vuelos, los capullos, los racimos.
Por afuera del huerto el reloj de las islas adelanta el verano.
Martiriza a las hojas con sus horas punzantes, con agujas de vértigo,
con cuadrantes de sol alucinado.
Les muerde el corazón.
Las asesina.

Acerca de las huellas.

Para encontrar las huellas en los desfiladeros de la sombra
hay que encender los párpados.
Y andar hacia la luz multiplicada en vértigo de astillas devorantes.
En la edad no nacida.
Para encontrar vestigios de esas huellas
hay que bucear en lo alto de la noche hasta que el sol renazca,
hasta que se adivine su mirada de claras insolencias entre la desnudez de las retamas
y algunos crisantemos regurgiten su polen ambarino
y el horizonte sea un fulgor que nace más allá de los miedos.
Para encontrar los signos de las huellas
hay que hurgar entre matas y plantíos hasta que el alba llegue,
sigilosa, cuajando los panales,
la sangre de las uvas, la templanza,
las gotas de rocío aferradas al borde de las hierbas,
a la modestia de los brotes tiernos,
a las impertinentes telarañas urdiendo sus encajes en el ramaje del verano.
Para encontrar indicios o señales,
perfiles de pisadas sobre las nervaduras de las piedras,
las entrañas del fango, las arenas salvajes,
la piel de los helechos, la espalda de los musgos,
hay que adiestrar los ojos, sostener el esfuerzo, defender la esperanza
y hacerse responsable de las rosas.
Y si acaso no basta,
tal vez sea necesario instaurar talismanes:
una liturgia, un sueño, una leyenda de maderos gastados.
Enhebrar gargantillas de palabras, guirnaldas de piadosas margaritas,
breves escapularios donde guardar un rizo, un rostro, una plegaria,
plumas de colibríes, huesos como reliquias,
amuletos nacidos de la sangre, la memoria, las grietas del lenguaje.
Algún cenote, altar, cosmogonía,
donde ofrendar un corazón de pájaro al severo regazo de los dioses,
como salvoconducto o patrocinio.
Y aun cuando no alcance,
transitar las tinieblas curando las heridas de cada desengaño,
repitiendo cautelas, laberintos, preguntas encrespadas
hasta que los silencios se desgarren
como un cielo tendido en el advenimiento del relámpago.
Proseguir caminando entre la incertidumbre y el asombro
inaugurando todos los milagros
hasta que los latidos de la hoguera estallen en el tiempo,
en la estupefacción de las camelias, en el reverso de los vaticinios.
Para rastrear las huellas
hay que encender los párpados.

Acerca de la sombra.

Hubo una edad en que la sombra
consumaba las noches con tanta alevosía
que emigraban los sueños a lomos de encubiertos colibríes
y las brujas antiguas, negras, verdes, desnudas,
saciaban su apetito de amapolas
arrastrando los tallos a la profundidad de los estanques.
Hubo una edad en que la sombra
liberaba sus hordas de murciélagos en la orilla del miedo,
en que las clavelinas calzaban sus cegueras
y el huerto se cubría con un manto de oscura desmemoria
y asfixiaban el aire los plantíos con aliento a alhelíes putrefactos.
Hubo una edad en que la sombra
cobijaba las fauces de los lobos
y sus ojos ardientemente rojos acechando detrás de la maraña.
Durante aquella edad de las tinieblas la traición anidó en los corazones
y los elfos se fueron por caminos de esporas
hacia los viejos pórticos tallados en la piedra,
a la hora del solsticio.
Por encima del viento
solían escucharse los aullidos de ciertos tulipanes
y en todos los rincones oscilaban las lámparas,
llamas fantasmagóricas,
luces en lejanía
cargadas por los trasgos del silencio
cuando salían a emboscar los nombres que fueran pronunciados entre dientes por quebradas ortigas.
Al eco de sus pasos levantaban el vuelo las lechuzas
y el insomnio tensaba los pestillos
y andaban los batracios arrastrando obediencias
sobre matas de césped engañoso o penachos de hierbas.
Y aunque el espejo no los reflejara
y olieran a crueldades
o a lágrima encendida
no resultaba fácil dar con ellos
para despedazarlos cuando lo dispusieran los hechizos.
Fue el tiempo de la furia destrozando azucenas.
Fue el tiempo de los odios horadando gladiolos, geranios, pensamientos
con su rabo de espinas.
Cuando la hostilidad saqueaba los capullos.
Cuando las demenciales madreselvas rasgaban la esperanza,
cubrían sus cabellos y gemían.
Hasta que una impaciencia
la luna se detuvo a lloviznar ceniza en los senderos
y entonces fue posible capturar la textura de sus huellas,
repatriar las pisadas,
suspenderles el alma sobre las nomeolvides.
Hubo una edad en que la sombra se abrió como una dalia de pétalos altivos.
Y reinó en las honduras de los huertos.
Antes que amaneciera.

4 comentarios:

  1. 10 comentarios provenientes del blog primitivo:

    ©Claudia Isabel dijo...
    Norma, te dejo el comentario a vos, pero lo hago extensible a todos los que participan en la antología. Sin duda un grupo brillante!
    Muchos éxitos para todos
    8 de enero de 2010 12:47

    Anónimo dijo...
    Norma, he leido con mucha atención esta publicación y me pareció no sólo excelente sino muy cuidada y con el respeto más profundo hacia los colegas escritores. Te felicito por tu trabajo, tu dedicación y tu cariño hacia todos y cada uno. Mi deseo es que sigas ayudando a la difusión de la palabra, cosa que actualmente está olvidada. Besos y adelante, Alicia Cora Fernández.
    9 de enero de 2010 09:10

    Anónimo dijo...
    Mamuchita linda, olvidaste colocar que sos la responsable de que el Palomar funcione...que nos sostienes , nos mimas, pero si hacemos mucho lío, nos pones límites. También debiste colocar tu oficio de trabajarora incansable y generosa. Con un GRACIAS alcanza?? No, pero no me sale otra cosa que darte un abrazo. Amelia Arellano
    9 de enero de 2010 12:26

    Anónimo dijo...
    Gracias. Algún día, quién sabe, conocernos.
    Jorge Alegret
    12 de enero de 2010 22:00

    CESAR MEJIA LOZANO dijo...
    Estimada Norma mis felicitaciones y reconocimiento a tan loable labor. En realidad personas como tú le dan altura a las voces de nuestra América Latina.
    César Mejía
    Bambamarca - Perú.
    13 de enero de 2010 19:34

    MARIA FABIANA CALDERARI dijo...
    Felicitaciones por esta antología poética, que con esfuerzo y generosidad, nos acerca a los poetas argentinos. Saludos cordiales.
    14 de enero de 2010 01:44

    ALVIT OILLART dijo...
    EXCELENTE antología, como todo lo que tú
    haces.
    Espero algún día poder conocerte y tomar unos mates (o un té o un café). Un besote grandote y MUCHOS ÉXITOS.
    ALICIA (Alvit Oillart)Una admiradora por siempre.
    Pdata:
    He encontrado el lugar para hacer los comentarios después de tanto tiempo, para que veas lo despistada que soy.
    14 de enero de 2010 09:16

    Anónimo dijo...
    El esfuerzo puesto en esta Antologìa te traiga mucha felicidad, por el interesante trabajo realizado. Soy amigo-compañero de secundaria de Gustavo Tisocco, sus letras son siempre muy hondas que nos hacen pensar y repensar muchas veces nuestra vida. Un cordial saludo desde Mocoretà (Corrientes). Marcelo.
    16 de enero de 2010 12:28

    Juan Carrizo dijo...
    Muy buena la antología Norma,admiro tu espíritu de lucha a favor de las letras,un día me perdi de conocerte personalmente,Marisa Winer me había invitado a leer contigo,pero ese día tenía un compromiso de lectura en "Rio de letras" otro cafe literario,seguro que existirá otra oportunidad en el interin te voy conociendo por medio de tus trabajos (saludos y felicitaciones por todos tus esmeros)
    1 de febrero de 2010 14:52

    DarkPoet dijo...
    Norma: te lo dije en mail privado, lo reitero aquí, mi agradecimiento por incluírme y mis felicitaciones por el esfuerzo en pos de la palabra y sus inevitables consecuencias.
    Mi abrazo solidario.
    aldo.-
    22 de marzo de 2010 13:29

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  2. Norma: primeramente GRACIAS...gracias por tu generosidad, por haber aceptado mi material a través de la invitación de un amigo en común, Víctor Stilp Picote. Gracias por encontrarme, ahora, formando parte de esta Antología tan bella, junto a muchos colegas de distintas provincias argentinas entre los que te encuentras. Un honor para mí. Recibe mi abrazo agradecido,

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  3. ¡GRACIAS NORMA!
    Que otra cosa puede expresarse sobre toda tu trayectoria.

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  4. Norma, tu poesía necesita ensimismamiento, una mirada intensa al cosmos y comulgar con ese mundo tan personal, tan exquisito creado por tus palabras.
    Un placer entrar en ese mundo.
    Abrazos
    Bertha

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