Teresa Pérez

Escritora nacida en Santa Rosa, provincia de La Pampa


“Para las soledades que fueron llantos quemados en lámparas de noche”

El dolor sube titilando soledades a las lámparas de noche
cuando viene el llanto a besar mariposas y ademanes huérfanos de espera.
Hubo labios fríos que no alcanzaron a morirse
cuando el viento besaba pestañas ya dormidas sobre los cuerpos
[que aplastaron la gramilla.

Sí. Espera. A veces te abandono, cuando ya no es posible
abrirle el ala al llanto para cobijar olvidos.
Precisamente: ¿qué se hizo de aquellos ojos del miedo que llenaron ventanas?

Qué de aquellos al decir por última mañana tres aromos,
una gota hace sombra a la altura del sombrero,
y tres baldosas, antes que la muerte segura del tal vez
en cualquier cruce de calles que haga falta?

Y qué de aquel juan que regresaba futuros
de espaldas a la luna con mariana y los hijos que vendrán
después del beso y un adiós en cada esquina?

No. Aún no sabemos adónde están los dueños
de esos sitios vacíos que esperan todavía con el brillo de una lágrima.

Y ya no importa si es dolor en nombre de todos los olvidos
este llanto que me arde como barro caliente,
de la espina al árbol de la brasa y se queda conmigo.

Más que nada una boca es corola del aire o labios vacíos
y se llama destierro al decir de la ausencia
o acaso una mirada por cielos diferentes.

Es claro que lo pienso. Me vuelvo tallo seco apenas si sospecho
como caía la tarde avivando tristezas al rostro de la muerte. Tanta vez de muerte.

“Yo también podría estar como juan, con mi nombre podrido
en su aliento a madera, congelada mi cara en un pálido andrajo,
[revuelto en ceniza.”
Decía mariana de la sal y los hijos que ya no vendrán
[con el amor de un beso en cada esquina.

Perdón: es violeta la pena que conduce mis días
al final de ese agosto derribado de la luna en su lumbre de agua
por todo lo que fuera astilla viva,
o primer fruta salida para un llanto a la esperanza?

Por eso digo:
El dolor sigue titilando
soledades
a las lámparas de noche
Y las lámparas son JUEVES
Y las lámparas son PLAZAS
Y las lámparas son MADRES
Y las lámparas son LÁMPARAS

Cuando es el llanto un beso de mariposa
buscando ademanes huérfanos de espera.
ESA PREMONICIÓN QUE MALDICEN LOS ADIOSES.


Tallito de una pena

Mi padre fue hijo del dolor y esa costumbre
de andar emparentándose con los olvidos.
Sin embargo rumbo guadal de las hachadas
era ademán perseguido de fantasmas.
Esas almas verdes que salían
sin morir nunca del todo.
Buscadora del fuego y los hechizos
del sueño y los misterios.
Aquellos sueños que poblaban los fantasmas
tenían tronco de caldén y sombra de hachas.
Aquellos sueños que poblaban los fantasmas
tenían tronco de caldén y no eran árbol.
Sino caras llenas lumbre de ojos,
ojos verdes, verde sangre, verde era el silencio
verde era el olvido venciéndose
en cruz de adiós en la llanura.
El siempre anduvo perseguido de fantasmas
y temía morir de aquella forma
en que todos los caldenes se morían.
Las curvas afiladas del acero
le caían en la almohada que no había.
Cabecera marrón de los silencios
sin más ruido que pájaros de noche.
Mucho adiós de caldén hacía mi padre
necesario dolor de otra picada.
Solo él se averiguaba con su sombra
tantas veces doblaba el horizonte.
Pero esto es demasiado,
y las culpas se llegan como un antes,
doliendo el pezón de la madera
sin entierro ni luz de cementerio.
Tallito de una pena, perseguido de fantasmas,
vos temías morir de aquella forma
en que todos los caldenes se morían
en que todos los caldenes se morían.

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