Oscar Portela

Poeta y ensayista nacido en Corrientes en el año 1950

Libros publicados:
* Senderos en el Bosque, Torres Agüero Editor
* Los Nuevos Asilos, Botella al Mar, Buenos Aires
* Recepciones Diurnas, Celebraciones Nocturnas, Crisol, Corrientes
* Auto de Fe, Municipalidad de Corrientes
* Había una vez, Botella al Mar, Buenos Aires
* Memorial de Corrientes, Editorial Tiempo, Corrientes
* Estuario, Publicado por la Comisión del Cuarto Centenario de Corrientes
* Golpe de Gracia, Marymar Ediciones, Buenos Aires
* Selección Poética —Selection Poetics— (edición bilingüe). Ediciones del Correo Latino, Buenos Aires
* La Memoria de Láquesis, y Fresas Salvajes, Editorial Universidad Nacional del Nordeste (UNNE)
* El Maldito Asombroso, Editorial Tiempo
Ensayos:
* Nietzsche, sonámbulo del día, Editorial Tiempo, 1997.
* Luisa Mercedes Levinson o Las potencias del mito
* Abaddón o El apocalipsis según Sábato
Opúsculos
* La designificación de América y la imposible saga del redescubrimiento
* Las nuevas miserias de la filosofía
* Otra lectura de la Berenice de Poe
* Kafka en Senegal
* Los premios: La exclusión y el poder de los incluidos
* Poéticamente reside el hombre


La piel

a Sean D Sullivan

No Johann. No es “gris el árbol de la ciencia
y verde el árbol de la vida”: aquello que se da
y florece conoce de la muerte la osadía de ser
un breve instante y en el amor bebe del cáliz de
la muerte como yo renazco del ocaso en la piel
usurpada del amante.

Quien conoce es el cuerpo.

Gramática del cuerpo del deseo y la magia de
poros abriéndose a la luz, al agua y a los rayos
que golpean las puertas de ser monadas
solo conscientes de saberse ostras: es el viento
que nos lleva hacia el otro.

Los extraños camino y los acaecimientos
del azar quienes nos abren
a nosotros desnudos en el otro:
Oh fiestas del “candor”.

Oh turbulentas siestas del verano
Oh deseos y goces, zureos de palomos en
vacíos alfeizares y la luz, la luz que tú pedías
en el cuerpo y las piernas del amado!

En el beso se enciende la amapola y
del conocimiento todo arde la vida que se extingue
en muerte para volver a sí "misma"
en "eterno retorno de lo mismo".

Es deseo de ser más ser
y más deseo: cuando el poro de la piel
se seca, cuando se seca el agua de la fuente,
cuando el poniente corre hacia los astros
hay vida todavía y habrá vida en esta
exangüe entrega de un cuerpo al otro
para hacerse uno.

La noche del invierno y el
poniente corren hacia las playas y mareas.

Allí duerme el delfín en la bahía. Y aquí en los
inmensos lagunares la garza blanca milagrosamente
se posa en el lapacho florecido y la quietud es todo.

Reposar en el cuerpo del amante hombre-delfín,
águila y leopardo para heridos en lucha
renacer al espacio de lo “otro” que es un viento
inasible, un mano de espuma,
una dulce mirada que es entrega y libre donación,
que es interrogación, plegaria, y llamado a ser más
de lo que soy ahora que solo canto
y memorado digo lo que fui, lo que di,
dejándome fluir en esta líneas que son también deseo
y luces del conocimiento de la muerte.

Si me despido es porque se que estuve aquí
y en una extraña tarde no olvidada bajo un río de olvidos,
besé al amado en un extraño rito de iniciación
y entrega bajo el agua del río.
¡Ay! Y no ceso de crecer hacia lo hondo,
desde ese momento.


Los adamitas

A Luisa Mercedes Levinson
María del Carmen Suárez
y Leonor Calvera.


Adán Desnudo. Desnudo el Mar retrocedido
Ante tanta hermosura. Medida es la belleza
Mas tu hermosura es impiedad y es todo.

Los ojos del venado te contemplan
Azorados. Tan pura es la visión que el animal
Y el ave, las aguas y los vientos, el cielo
Donde reinas se demoran contigo.

Tan pura es la virginidad del cuerpo
Que rompes tu la aurora cuando aquella despierta.

Abre tus verdes ojos como algas y mueve
Tus ligeras pestañas arqueadas como plumas
Giradas hacia el cielo o entórnalas si quieres.

Donde tu frente es amplia como verde pradera.
Luce la otra estrella.

Tiemblan las fosas de tu nariz de ave levemente
Aquilina. Y la declinación
De pómulos hacia entreabiertos labios
Donde el mundo y su gloria deponen su osadía.

La tarde avanza lenta hacia extrema barbilla.
Y en la punta del iceberg encuentra un solo
Artista la perfección eterna. La visión
Enloquece. Cuello de aéreo cisne
Que baja hasta los hombros
Como los férreos arcos que sostienen la tierra.

La áurea espalda baja hasta cintura- junco
Donde concentra el todo su alimento terrestre.

Y el monte el monte el monte
De tus dos nalgas prietas como estremecimientos
De Islas del Egeo.

Muslos que los delfines y orfebres
Encontraran quiso emular el héroe.

Y tu tórax de acero que define
Tu vientre de caderas
Que juegan las fugas de un concierto.

¡Adán, Adán desnudo en un día primero!

Ninguna desnudez tan desnuda como ésta.

Tu sexo de paloma erguido entre las piernas.
Y tú reinado aquí en éste mundo nuestro.

Este es el paraíso y ésta tu luz austera.

Oh palmera a la vera de una mar suntuosa.
Este es el paraíso. Y tu mano contiene los frutos
Que aquel día tú comiste sin vernos. Nosotros somos
Frutos. Tu sed y tu hambre toda.

Nosotros poseídos de tu rayo celeste.
Nosotros adamitas siempre te fuimos fieles.

Estas tú, rey de un orden de amores. Y nosotros tus siervos.
Solo tú desnudes vela la gracia eterna.

Danos tu cuerpo entonces. Paséenos postreros
Que el grito de un amante
Es un hijo perfecto.


La búsqueda.

Obertura

Nací desnudo todo piel co-extensiva al mundo.

Largo fue el alarido.

El parto del co-nacer de aquel alumbramiento
en cual abría los párpados sin ver
fue la apertura y el denso duelo
que permitía salir de la caverna y ver la luz,

Oír los pájaros, sentir de nuevo el agua,

Abrirme al mundo de la intemperie
sin fin del infinito - contra-intemperie
del amor y la muerte
del rayo que timonea el universo.

Nací desnudo como cuando
después realice los hechizos que lentamente
me condujeran a tu cuerpo
que hoy trasporta mi nombre.

Busqué amparo en la tibieza de mi madre,
y el asombro llegó hasta mí
de las manos de las bastas
llanuras amarillas y las “animas”/*
de un paisaje salvaje,

Que hería las pupilas del niño con frenético
ardor me amparé en las palmeras
y los sueños de los largos inviernos,
tapé mi denudes sentí la calidez
y los aromas que guardaría ya para siempre
en las memorias del olvido
tal la guarda del ser en el silencio.

Así me abría a la zozobra de ser desnudo
ya para siempre todo piel,
todo angustia de piel
y de sentidos, el tacto de mis
manos impías y mis ojos fanales de lujuria.

La lascivia de un cuerpo confundido
a los blancos jazmines del verano
y al doloroso rojo del verano ya para
siempre rabdomante de vientos
y liras que la intemperie sin fin
puso en mis manos.

De aquel relámpago de Zeus nació mi sed,
de su trueno, los espantos y goces
de los sentidos todos, de su rayo el polvo
de las cenizas que esparce hoy el viento
en las plegarias que abren
el tiempo de las interrogaciones
y el poniente final de una intemperie
que se termina hoy

con esta historia mía

Yo era el niño de las abras y los zureos
de palomas, el niño de la música de
las lluvias de los largos inviernos,
el niño que se miraba en el espejo
de las albas y se escuchaba
en el chillido de los monos ,
el niño destrozado por Lear

El niño de los aromas del guayabo
un pequeño Narciso hoy casi ciego
que mitraba su cuerpo sin saber todavía
que habría de encontrar
en tu cuerpo enjoyado
el mundo al que no había
nacido todavía.

El niño ya no está mas conmigo.

Pero en el silencioso diálogo
busca aquel perdido mundo de las violetas
en los cánticos y promesas del futuro
y he aquí que yo prometo todavía.

Toda promesa es un deseo no cumplido
y aunque ya las visiones fueran ensalmadas
en las largas plegarias, aquí estoy todavía,
desnudo todo piel y abierto
al mudo de lo oído sobre
la tierra en el pasado.


II

Yo me buscaba en todo en todo
me buscaba pero los claros lagunares
de tus ojos aún no estaban

Y estas manos donde grabé mi historia
voces de la memoria de mi historia
que aún no estaban abiertas al recuerdo
del “sou-venir” que alguna vez
y sigilosamente llegarían a mi
allá en la “mocedad de la mirada”

Serían hoy mi intemperie y refugio.

mi dolor y mi gozo, mi nuevo nacimiento
y aquel definitivo estar aquí
cual Dromedario que espera
aún el rayo que fulmina

Y del cual como Fénix salgo re-encarnado
como cuando en dolencia viva y en el adolecer
primero me ofreciste el veneno de tu boca.

Contemplaba el poniente en Derqui
lejano de aquel Santa Lucía de mi infancia
entre corrales, lazos y gritos de “peonadas”,
yo me soñé a mi mismo cual príncipe
de las hespérides del sentido.

La poesía me ha arrebatado todo
y agradecido estoy en esta mi orfandad
desnudo y aún atento a los electrizantes
aromas del limonero de las calles
y de los cuerpos jóvenes
que Zeus raptara atento
a las delicias y los goces.


III

Florecían las angustias y los arrobos
eran míos las osadía eran mías,
míos eran los sueños y las precogniciones
los aleluyas y temblores,
los hosannas que ya nombré
algún día o las celebraciones
de la tierra y las mareas

los naufragios y las resurrecciones
hasta que tu llegaste y toda luz
fue recibida por las sombras.

Yo me encontré en tus ojos, tus manos
y mis manos fueron aquellos olvidados
Senderos en el Bosque y el trayecto
del vuelo fue la herida.

La derrota y la herida.

Pero el gozo y el renacer
desde la muerte como Orfeo
y en el jadeo final de la victoria
tu me herías de muerte,
más vencedor de los blancos
olvidos yo volvía hacia ti
para secar el mar de manantiales
que se corrían desde
tu joven cuerpo.

¡Y la alabanza vino contigo!

Y la tristeza y el abandono
que ahora aquí canto ya puramente
extraído de mí porque tu eres
solo aquel nombre que portaba
tu cuerpo de Dios angélico y alado.

Nada ya pondría exilarme
de la beatitud de los sentidos,
y de aquellas plegarias
de las memorias que “la nada guarda”
como olvido de si.

Y aquí en silencio y canto.

Y es el silencio manantial de
una doncella de las que fluyen
aguas y ríos de montañas
en el cual purifico mis sentidos

Ah mis blancos pegazos
en los que volaré hasta el mar
de las Estigias para luego volver
eternamente a ser flor,
caballo, trino y viento

y gozo de tu amor en la consagración
de nuestros cuerpos en
una luminosa primavera.


IV

Fanales de los que mana la luz que juega entre
las sombras y las sombras bendecidas.

Ya mis canos cabellos se vuelven negros
como fauces de un tigre pero recuerdo
y del recuerdo brotan flores frescas y ásperas,

dátiles y serpientes, cornos y flautas
y un solemne réquiem y soy feliz
como el niño que retorna su piel
sin cicatrices ni temores de ser
herido por Apolo.

Aquí estoy en esta soledad poblada
de fantasmas que cohabitan
y estos poemas paren junto a mí.

¿Recuerdas tu aquel verano
en el cual nos amamos debajo
de las aguas de aquel río
turbulento y profundo?.

Hoy debo confesarlo cuando
baja el crepúsculo hacia mí.

Ya nunca emergí de aquellas aguas.

*/ ánimas: espectros o apariciones.
ánima-alma.

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