Miguel Angel Federik

Poeta y ensayista nacido en 1951, en la ciudad de Villaguay, Entre Ríos, lugar donde reside.
Sus primeros versos son de los inicios de los años 70.
Su libro "Una liturgia para Némesis" le valió el Premio "Fray Mocho", el mayor galardón a las letras que anualmente otorga su provincia.

Algunos poemarios publicados:
* La estatura de la sed
* De cuerpo impar
* Fuegos de bien amar".

Niña del desierto

'Si no hay para ti un lugar en el mundo,
yo te llevaré en mis ojos'
(Anón. árabe)


Cuanta materia de realidad futura -me dije- habrá en los ojos de esta niña
que no pude ver bien, parada en la arena del desierto
o parada en el fondo naranja de la pantalla de CNN en español
al borde de la carretera que sube desde Az Zubayr a Basora,
o que baja a los infiernos de Bagdad, que ahora es un infierno,
y hago aquí unos puntos suspensivos porque una vez hubo jardines en Bagdad
y esta niña parada entre mujeres vestidas de negro tiene la edad de aquellos jardines
y ve pasar tropas camino de Bagdad como si viera por primera vez otro mundo,
ya que es el otro mundo el que ahora está pasando frente a ella
parada en el resplandor dorado de las arenas de este día de la primavera boreal,
mientras voy al mapa del diario de hoy: 23 de Marzo de 2003 para fijar exactamente,
con precisión poética y felina el sitio exacto en que la ampara la sombra de mi dedo
que ya sabe que una vez en Bagdad hubo jardines verdes y dorados
y leones de mosaico, celestes y dorados, protectores de templos o de tumbas
y es imposible vivir en un desierto ignorando que los leones verdaderos
son celestes y dorados y esta niña en el camino de Az Zubayr a Basora,
guarda en su pupila el ojo de la aguja y ve pasar camellos solamente
como quien hiciera de su mirada la otra puerta de la historia.

Los leones son celestes y dorados porque cuando eran celestes y dorados
en el mundo real había leones de azafrán y de canela
y una niña real no puede vivir en un mundo de leones reales
ni con la imagen de ejércitos pasando eternamente por su mirada,
porque los leones reales nunca fueron de azafrán o de canela
sino celestes y dorados y una niña tiene la mirada de una niña
y una niña parada en el desierto es una niña parada en el desierto
cuya mirada quiero que se conserve en este poema
puesto que si esa mirada hubiese desaparecido antes de este poema
nunca hubiese habido leones celestes y dorados
y tampoco hubiese visto nunca esta niña de oro parada en el desierto.

Cuanta materia de realidad -futura como toda realidad-
está mirando esta niña -me dije- porque de esos ojos cegados
por la luminosidad enemiga que cargan estos carros de guerra,
saldrán canciones, novelas o biografías que harán del mundo este mundo
y que me gustaría leer otro domingo de mañana y en la paz de mi provincia,
-y que sin embargo ignoraré para siempre por una cuestión de edad-
pero sabiendo contra todo pronóstico o gnoseología
que los leones son celestes y dorados porque son celestes y dorados
y no hay poder real que pueda derrotar la ultra realidad que pasa
de tal modo en los ojos de esta niña parada en el desierto,
entre mujeres de negro de la cabeza a los pies paradas en el desierto,
porque la poesía ha sido siempre una niña parada en el desierto
y una niña parada en el desierto es suficiente testigo de su mirada.


Intemperie de ángeles

No lo veo señor en las alturas,
donde custodia el llantén una lisura de mirtos y laureles
y enhebra el Salí sus rebaños de afluentes y vicuñas
con la plata del antiguo alfiler de las indias.
No lo veo en las frescuras del aire que arrea por los valles los señuelos de mentas y romeros que aspira Capricornio
junto al humo de esa lúgubre pavana desterrada
que dibuja delante de Pío Tristán y sus pabellones gualda, antigales donde orinan los godos borrachos y las muías
/ de carga;
ni lo veo en la segura corona de moharras y de lanzas
que levita ante sus ojos azorados mirando entre cardones
la intemperie de ángeles del país de su infancia.
Lejos lo veo de Marco Sastre y de Jenara Aramburu,
del coral y el carey de las niñas porteñas maquilladas
de Kenzo o de Lancôme junto a los clavecines del ángelus
para la desmesura pastoril y obvia de los entorchados.
No lo veo entre el viento soez de los mataderos suburbanos
ni cerca de los carretones de tasajos y urinarios de porcelana que remontaban un cerco de pulperos y cielitos desafinados entre polainas de inmundicia, mientras al son del ron
/ de los piratas,
agonizaban los bueyes y los tribunos degollados
entre cintillos punzó y el candombe total de la Mazorca.

Lo veo más allá de la amarillenta pulcritud del pentagrama;
de los cuellos de pana de las levitas insurgentes,
de la clave de sol de su mirada y su bastón de marfil ahogándose en yunta para difuntos jazmines del alba.
Lo veo más allá de Valparaíso y los masones del exilio
y de las mezquinas cuestiones de la vida y de los dones.
No lo veo señor en las miserias de pasar por Valencia
/ silencioso
ni en las tribulaciones de ignorar el rapé o el francés
en los alados jardines de las cancillerías europeas.

No lo veo en el melancólico gris París Dr.Alberdi,
ni en el Mediterráneo que guarda la mano de Cervantes,
la penúltima niebla de la lucidez de Caravaggio
o la estela del Nautilus donde Afrodita merienda con Safo
los andrajos de un reino, bajo el aullido de los bombarderos
que diezman el desesperado azabache
/ de los indocumentados
en nombre del santo Jazz, el Santo Grial, el santo infierno.

No lo veo, señor, persignarse con su palidez de pájaro
ante la primera página de Nebrija,
ni besar el anillo de Pío IX ante la discreta mirada de Dios
y el pérfido desdén del chambelán de los incensarios.
No veo, señor, temblar la gozante rama de su corazón
ante los mohines imbéciles de Manuelita Rosas,
ni puedo imaginarlo en Les Halles elegir su apio,
su berenjena, sus manzanas, como no puedo imaginarlo
en la mañana tenebrosa en que escribe;
— "Angelina Dauje: doce mil francos...—"
mientras surcaban el Sena barcazas de carbón con proletarios
y la muerte sahumaba entre sus venas, impúdica y hermosa,
una densa procesión de caranchos y atardeceres tucumanos.

Está más lejos señor de las venecianas travesuras de Colón,
del estrépito de plumas y cadáveres de la conquista,
de Teodora que pergeñó para Justianiano y su gloria
un código con el beso de aquel árabe ignoto
que la llevaba a los altísimos cielos de los damasquinados.
Más allá de los mercantilistas, las logias y los románticos,
las intrigas, las envidias, los sarcasmos,
la plebe numerosa y acicalada de los tenderos,
los traductores, los redentores, los patricios y sus damas,
los constituyentes y los cuarteles, las mazmorras
/ y las barajas,
o de este desgraciado minué de pasitos en el aire
que la pobreza y el hambre nos obligan a llamarle la patria.

No lo veo señor en la mesita de la vereda de los bares,
ni en los mediáticos bulevares de los cronistas de colores,
en cuyas heces el pavo real de las sandeces incuba larvas
de otras largas noches de lápices y Torquemadas,
mientras los pobres poetas de provincia nos morimos
entre amantes prohibidas y palabras clausuradas,
pagando con una pieza de piedras preciosas
hasta la altura de la mano esta lujuria de ser,
el país interior y anterior a sí mismo,
la puta exilada del tango que se muere siempre en Francia,
dejando en testamento una fragancia de besos a la nada.


Imaginario de Santa Ana

14

Jugaba a la payanca con las estrellas
caídas al breve tajamar de las tinajas.

Gimnasta, de las noches campesinas,
a sus redondos brazos me subía,
para oler por vez primera
la otra luz de arriba.

Y bajé del banco de sauce
con la garganta alegre
de tantos refucilos.

No hay mirada más limpia
que la del desamparo:
ponía un dedo en el agua

2 comentarios:

  1. "Imaginario de Santa Ana", es un poema donde se idealiza la infancia campesina. Este motivo recurrente en la lírica universal ( Virgilio) retorna renovado. Hermosas metáforas obligan al lector, sin violentarlo, a releer para luego dejarlo en un estado maravilloso de sugestión.

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  2. Esos dos primeros versos describen tanta entrerrianía que no sólo me llevaron a mi pueblo Lucas González sino que me inundaron de objetos infantiles, las piedras calizas de la payanca, las tinajas donde se juntaba el agua y el tajamar...un hilo de agua que se podía volver peligroso, éso nos decían a los gurises..para que nos cuidemos...

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