María Teresa Andruetto

Nació en Arroyo Cabral, Córdoba, en 1954

Libros publicados:
* Palabras al rescoldo (Argos, 1993)
* Pavese y otros poemas (Argos, 1998)
* Kodak (Argos, 2001)
* Beatriz (Argos, 2005)
* Pavese/Kodak (Ediciones del Dock, 2008)
* Sueño Americano (Caballo Negro Editora, 2009).

Hostería en las sierras/ Otoño de 2007

Mi música es para esta gente
Ludwig van Beethoven


Tras la ventana del hotel caen las hojas amarillas,
flotan semimuertas sobre el agua de la piscina,
como en un cuento de Cheever. En la memoria
alguien arrastra una silla hacia el agua sucia,
sin embargo es de oro esta luz y ella sabe que puede
no verla más. Cuando era chica quería ser pianista.
Iba con otra de la mano, iba con El clave bien temperado
bajo el brazo, hacia una casa de la calle Francia.
Saludaba camino del conservatorio a los vecinos,
pensando que su música era para esa gente.
Alguna vez tocaré preludios en un teatro, se decía,
y aplaudirán los vecinos, la buena gente
del pueblo.

Historia de vida suya, pero remota.

Más tarde quiso ser como la puta de Fassbinder,
ésa que hacía feliz a todo el mundo. No la maldita,
no la estrella incandescente, no la artista consumida,
sino la monja de clausura, la que alivia al peregrino,
la que no le quita a nadie nada. No hay distancia
entre lo íntimo y lo público, las calamidades
históricas convergen con las privadas. La buena
gente asesina a los débiles y mantener abierta
la herida es la única esperanza.

Historia de vida remota, pero suya.

Cuando escribe en la noche, crece el murmullo
de tantos y tantos que vienen llegando, un torrente
que avanza y se dilata, que grita Go Home,
Go Home, necesito un lugar en el mundo. ¡Y ella
que no quería quitarle a nadie nada!


Muchacha de Ucrania/ 2003

¿Cómo van en tu tierra las cosas?, pregunto.
Siempre peor, me responde, es todo una mafia.
Mi prima allá abajo levanta la mano. La chica
se llama Alexandra y va a trabajar a Gerona.
Tiene a su padre en Valencia y a su madre limpiando
un albergue en Milano.
Su hermano,
que cumple catorce, se ha quedado en Ucrania
cuidando la casa. Hablo tres lenguas, me dice,
ucraniano, moldavo y rumano, pero eso no sirve
en España. En el bus van gitanos, letones y húngaros,
y esta chica que tiene a su madre en Milano.
También va una mujer de Trujillo que no tiene
papeles, me lo dijo comprando el pasaje. Hay
un sitio mejor y está lejos.

(Por la tarde
he llamado a mis hijas.
No estaban)

Yo quería quedarme
cuidando la casa, me dice la chica de Ucrania,
pero es mejor que se quede mi hermano.
Conversando, he olvidado que estoy todavía
en Torino, que el bus no ha arrancado,
que mi prima allá abajo levanta
la mano.


Los hermanos García/ 1978-1983

A Juan, Antonio y Mary


Por la ventana que da a la Escuela Alberdi, veo pasar
hacia la noche a chicas como yo y a los muchachos.
Los escucho reír en la vereda, bajo esta ventana pequeña.
Es noche de sábado y los hermanos cocinan puchero
de falda y de quijada. Sé que otros se han escondido
en el Tigre, en la Patagonia o en Longchamps. Algunos
mandan señas, flores sobre la falda, desde Oslo,
Gotinga o Amsterdam. Yo vivo tras este ojo de buey,
con la quijada contra el marco, mirando a las chicas
y muchachos que cruzan la avenida. Es también sábado
en la pieza del hotel, sobre los techos de esta casa
de citas, junto a la comisaría, donde alquilan
los camioneros sus siestas de amor con los colimbas
o las mujeres de la Humberto Primo. Aquí, tras el vidrio
de esta raja de luz, bajo el ala de unos gallegos venidos
de Inriville, espero que pasen los meses o los años.
García quiere decir Smith y el más común de los mortales
se llama Juan. Sube cada mañana la precaria escalera
con su manojo de llaves y comida y como una lonja
de sol me abre paso entre putas, milicos y viajantes.

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