Leonor Mauvecín

Nació el 8 de diciembre de 1950 en la ciudad de Córdoba, lugar donde reside

Libros publicados
*La Casa del Aire, cuentos (Ed del Boulevard 1996)
y los siguientes poemarios:
*La Huella de la Tarde (Ed del Boulevard 1998)
*La piel de la serpiente (Ed del Boulevard 2000)
*La caja de madera (Ed Argos 2005)
*La casa del amor y de la muerte (Ed Argos 2008)
Inéditos (próximos a editarse)
*El libro de las cacerías
*El último patio
*Postales de Otoño
*El Libro de Elena


Mutaciones

Deberíamos pasar al otro lado del espejo
y escribir en el dorso de la mano.
Deberíamos buscar los fantasmas
para quitarles el polvo
y dar vueltas las sombras para vestirnos
con su otra cara.
Deberíamos sujetar el presente
para apoyar el rostro
y reclinar el brazo sobre el tiempo que huye.
Acaso deberíamos buscar un día sin retorno
para instaurar la memoria
y ahuyentar el olvido.
Acaso las telarañas del espejo
me devuelvan mi rostro,
pulido por las cenizas del tiempo.
Pero no será mi rostro.
Será tan sólo un simulacro
que se romperá en pedazos apenas caiga
la primera piedra.


Mi piel

Condenada a mi forma de este mundo
Olga Orozco


Condenada a esta piel, la observo
abrirse lentamente sobre la flor del tiempo.
La desdoblo, para leer en ella su código secreto.
La estiro sobre los cuatro puntos cardinales para enredar los sueños.
No alcanza, es apenas un despojo que encoge y me atrapa.
Como tela de araña
mi piel, oculta un ojo siniestro que mira, más abajo de mí,
mi pobre ropaje que deshoja
mi pobre ropaje con su ritual de fuego.
Condenada a esta piel de barro, de pulpa de maíz o de madera
recorro sus límites y escribo sobre ella.
Trazo el último enigma de la aurora.
Escribo en la fragilidad.
Sobre la arena, con mis huesos. Esperando la última marea
mientras socava el tiempo , me desgrano.


La caja de madera

Debo escarbar despacio.
Retirar la hojarasca.
Separar el polvo de los huesos.
Acomodar cada cosa en su sitio.
Saber qué hacer con lo que sobra.
Ordenar las palabras.
Encontrar la punta del ovillo.
Cortar el nudo.
Abrir las puertas.
Y echar de menos
todo lo que falta


A José O’Sullivan, mi abuelo

¿Volverás sobre el patio cerrado de la página?
¿Abrirás para mi
la cerradura del pasado
donde se guardan las palabras
que tiramos al agua del olvido
en el reino sagrado del Ogham?
Huérfanos sin la magia, sin la vara de los druidas.
Exilados del prado, del muérdago y la verbena
miramos el retrato de tus ojos
ahogados
en tu océano de noches imposibles
en plenilunio.
¡Ay abuelo!
Bebe
y danos de beber el sueño
de aquellos sueños.
Dame de beber el sabor de la cebada
en el último viaje,
el del retorno.


Descalza

Descalza
con una rosa sombría entre las manos
quemo mis pies, sobre las brasas.
Desgarro cada vestidura
hasta la desnudez secreta de los huesos.
Muerdo el agua que escurre, impiadosa
y sostengo el fruto maduro de la tarde.
Bebo el aire enrarecido en la noche del otoño
cuando los fantasmas
danzan sobre mis tatuajes
y lastiman.


Deshilacha el corazón

Donde son sordos todos los murmullos
parte y desovíllame los huesos.
Deshilacha el corazón
hasta que la sangre se convierta en río.
Sácame los ojos, entrégaselos a la noche.
Desteje la trama de mi pelo y échalo al viento.
Enrolla mi lengua y déjala, donde las palabras
puedan relamer mi abandono y mi locura.
Sepárame los dedos
en especial, aquellos que saben de escrituras
y entiérralos en algún rincón sombrío
donde los ratones mastiquen el rojo de mis uñas.
No te olvides de ninguna de mis bocas
que saben del amor, absórbelas como en una marejada
y llévalas a morir junto a los peces
Y a los oídos, que escuchan tus pasos,
que saben distinguir el sonido de tu voz
y el canto de Orfeo, disfrázalos de mar
y escóndelos, entre las caracolas del río
que repiten el rumor del universo.

1 comentario:

  1. Enhorabuena por estos versos, Leonor, íntimos y evocadores como los días que nos dejan aromas, sonidos y colores que han de acompañarnos hasta los últimos minutos que podamos percibir y, sobre todo, dar cuenta en ellos de las marcas que nos dejan, para salvarnos y no acabar en la desolación.

    Tu hermana en la poesía,
    Graciela salazar reyna,
    desde Nuevo León, México

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