Jorge Carlos Alegret

Escritor argentino nacido en Mar del Plata (1957) y residente en Río Grande, Tierra del Fuego. Ha publicado sus textos desde 1973 en diversos medios de comunicación social. Entre 1985 y 1989 desarrolló tareas de investigación y publicación en informática aplicada a la expresión, en un equipo de la Universidad del Comahue. Recibió la mención Roberto Arlt de la Municipalidad de Comodoro Rivadavia (1981) por su novela Fragmentos del último día en la vida de Mateo Arancivia. Recibió una mención en el Certamen Patagónico de Puerto Madryn (poesía, 1994) y el premio Nueva Generación (poesía, 1995). Aparece en la III colección de autores contemporáneos de la Embajada de las Letras, Buenos Aires (1997).
Actualmente reside en Bariloche.
El agradecimiento de Gaceta Virtual a Claudia Sastre y su Proyecto Biblioteca Patagónica


Ángel come ángel (frag.)

De canción vencido
es el poema del deseante a la deriva,
autoinmune, hecho de planos americanos
de dolor simplificado,
de niñas preñadas esperando al amante latino,
al Rey del Ritmo desde la patagonia profunda
hecho con las falsas historias de los pioneros
con la carne curtida de dictaduras
sostenidas por los psicópatas fundadores
en la plusvalía de la desolación.
Una escritura de vuelo de murciélagos
sobre el lago roto por el viento sur.
Escribir como una convulsión que nos vacía
por la rejilla de un baño desconocido
Ardemos, y hechos cenizas caemos
sobre las casitas de tejas negras,
signos dispersos para leer en una oscuridad grave,
de noche madura en la glándula pineal
de noche en los huesos que sabemos prestados
que nos arrastran por las singularidades
de la conciencia. Y creías que habían terminado
los juegos, creías en los mercadeos invisibles
y en las voces a medida.

No. Hay nuevos mitos en esas constelaciones que aparecieron
en el cielorraso, disimuladas entre las moscas y el musgo,
partículas de viejas historias floreciendo, formas microscópicas
de estar muriendo en un despliegue de claroscuros
de límites confusos que hablan en un mundo ni ancho ni ajeno
donde reclamamos la resignación de todo lo dicho.
No te pido otra cosa: que inventes alguna cartografía,
que mientas una coordenada. Luego habrá un viaje sinuoso
por la costa, y el aroma enfermo de las rosas.

Tal vez sea irrelevante - le digo a la pelirroja
del Rock Chiken o algo así -, la verdad discurre
bajo los traseros de algún simposio de ciencias cognitivas.
Son irrelevantes los versos de la infanta
intoxicada de almidón y tías lascivas (los temas
dilectos: las tías llegan de tierras lejanas en Navidad,
repitiendo los contactos furtivos bajo el limonero,
o desconocidos hombres casados de falocéntricas derrotas).
Irrelevantes los papeles encastrados de poemas colombianos,
chilenos, uruguayos, venezolanos (¿alguien sabe algo
de Guyana, hermanos?), poética-metástasis: los ríos arteriales
se han obturado. Cada cual bajo la sombra metálica
de sus padres difuntos (algo se pudre en Ginebra, pero disimulamos)
Meditamos largamente, cirrosis mediante, o condenados
a hidróxido de aluminio; todo muy cool, tan murguero
o tan punki, tan poco rentable que mejor una novela,
no?, vos sabés, esto es un negocio o no es nada.
Nada, pues; poética de la embolia,
de terrenos vacíos o baños de estación de tren
pero siempre de paso o visto al pasar


La casa esta tomada y estamos afuera

y ni siquiera es la calle.
Tenemos un país en el cuerpo, y se parece al sida
se parece a un sarcoma encapsulado entre la clavícula y el pulmón
se parece a palabra infestada de mercado, de premios Planeta
y programas culturales en los barrios carcelarios, la cultura
del circo político y las fundaciones de las multinacionales
contra el hambre. Irrelevantes, inocuos, destilados poetas
del milenio, beatos de Eco, minimales como bacterias,
neoyorquinos frustrados, animalitos de las ferias del libro
encadenados con una bic a los mostradores de las editoriales,
cultísimos a contramano de la muerte colectiva
en la lectura como morfina, ornato de las pajas públicas
cada vez más literales.
Podríamos dedicarnos a hacer intervenciones de metano
en las ceremonias de los testigos de jehová,
cosas así, muy girolinguísticas, muy de electroshock
y rave de nenes clase media rellenos de anfetaminas.
Así, irrelevantes, cagones, aspirantes a reality shows,
Tres duchas al día y una balanza acoplada al culo.
Ratitas en los médanos con un inglés de mierda,
secretamente edípicos en sus capullos metrosexuales
(la pelirroja asiente, y me indica con un gesto que estoy escupiéndole
partículas de pollo frito).

Es la palabra de la Bestia dominante
todos somos un poco policías con precisas lobotomías
buscando a nuestras novias hemofílicas
por los corredores de los estadios de fúbol que hieden
a muerto insomne, a hijos que se quieren mudos
y a generación perdida. En la memoria distribuida
puedo verte en las nuevas lenguas de principios de siglo
diciéndome:
No me dejes así, dejame de nuevo en las aguas turbias
dejame maldita de Brahms,
y yo acabo preguntándome si la búsqueda no será una falla neural
de la que surge una verborragia más o menos surreal, una fiebre
de charlatán estepario que escribe con las uñas en la greda,
y que lee en los coirones fragmentos de poemas de juan moisés.
Una sabiduría de arenas verticales yéndose por cielos de luto
en algún pueblo del sur sostenido con los huesos
de bellas mujeres inglesas fóbicas de reflejos,
revueltos con osamentas aónikenk y de anarquistas catalanes,
todos en la misma fosa de olvido y fábulas de borrachos
y disléxicos, entre manzanos coquetos y otros adornos exóticos
procesados en la máquina del turismo internacional.

Los moldes de la lengua: un habla ortopédica
que fabrica textos amatorios en los que ahogarse
poseso, marxista o canónico, yendo y viniendo
de calenturas barrocas a los engaños de lo simple,
a esas despedidas generacionales que apestan
a concursos literarios, a puentes de París deshabitados
al que no volvemos de pura vergüenza, porque te dejé sola
de paraguas, y yo tan centrado, fingiendo el espíritu
de la época, que sólo era efecto del pánico,
de una huida travestida de progreso inexorable.

Le dije entonces sobre la noche de los cristales rotos
y me lanzó al callejón a buscar dinero, despojado
de todo destino, y preso a la vez de las combinaciones,
a fin de cuentas, ¿cuál es la petit diference
entre la fatalidad de un plan divino
y el principio de incertidumbre?, ¿qué te seduce
del torturador, del bancario, del dueño del bar?.

No hay mucho más que la mezcla de los recuerdos
en convenciones del aquí y ahora,
adecuaciones que siempre fallan, que no hay garantías
en las distancias y las duraciones
EXCEPTO si cedo algo de alma
con ánimo de transacción, un desalmarme
para que los ocios negados persistan y vos
te pierdas, como una cosa de kiosco
y ya no la trama del transcurrir
revuelta entre los calendarios inútiles
y los pájaros despertadores
aunque a veces, cuando percibo la tontería del trueque
las debilidades de ser agendado
puedo imaginarte caminando entre la lluvia
la lluvia que se lleva con uno
la lluvia que se hace entre dos
la tarde de lluvia en el departamento simplificado
apenas colchón yerba tabaco radio tonomac
que luego sería cama king size bonafide colombiana mp3 home theater
flashes de las primeras horas de la dictadura
que AQUÍ están, siempre están, como el obelisco sanmartiniano
y la estupa tibetana, esquemas que nos desencajan
la vida y la muerte comercializadas, o el crimen de seguirte
bajo el agua helada que perfora cráneos
y produce una lucidez tan intensa
un riesgo de cruzar el límite y de pronto ser lo otro
que sale de los parietales desiertos
y ya no me acuerdo tu nombre ni el ritmo
de tu sacro, sólo es la lluvia que te arrastra dentro de mí
a la trampa de las escaleras y los móviles policiales extraviados
en las primeras horas de aquella aurora de sol negro
que llevo conmigo en cada aguacero, mientras te sigo
y vos desapareciendo, otra vez.

[…]

Una risa suena a huesos desparramados en el living.
Rige una política-robot, un Leviatán en ropa interior. Algunos recuerdos
de un modelo de mundo, de un modelo de noche, modelos para detener
el vértigo de la decadencia, de las bobas modernidades
soñadas en las suites del Llao Llao, que se alejan
dejándonos desnudos, violados por los sagrados tecnofalos
de la propiedad inmueble, y entre los desperdicios de lenguaje
devueltos en una minúscula habitación del Bariloche Center
entre los libros de lacan por el piso junto a las cajas de pizza
y un vinilo de bahaus, para después radiohead, en la pobre coherencia
que nos dejaron los vaivenes de culpa y satanismo barato,
de tanta mujer esperada en ninguna parte.

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