Poeta y crítico literario nacido en Concordia, Entre Ríos, en 1963.
Libros publicados:
* El margen de la aldea (Edic. Río de los Pájaros, Concordia, 1992)
* Ruido de fondo (Ed. Trópico Sur, Paraguay, 2001)
* Tanque australiano (Ed. Gog y Magog, Buenos Aires, 2007) y
* Resonancia de las cosas (Ed. en danza, Buenos Aires, 2009)
* Cuatro poetas entrerrianos (Eduner, Universidad de Entre Ríos, 2004)
VI
A Osvaldo Budón
Adherencia pronunciada al objeto.
Una gota.
Una sola gota cae sobre el tejado
oxidado y permeable.
Cae una gota
sobre la hierba sedienta,
baja por el tallo del tulipán
a la tierra.
Esa gota fue primero un sonido
insistente pero casi invisible
y cuando empezó a llover
un elemento indivisible
de la música.
(De Tanque australiano, 2007)
X
Quietud aún inquieta.
Quietud de las cosas.
Inquieto el ojo traduce
un estado de reposo,
un estado de total simplicidad
(que cuesta simplemente todo).
El tanque australiano es argentino,
el tanque no es de guerra
sino de agua.
El ojo percibe más que la mente.
Antes, en el principio estaba
el tanque con su agua pródiga,
pero nadie lo veía.
Ver significa detenerse,
olvidarse de vivir,
y quedarse ahí, dentro del tanque
para siempre.
(De Tanque australiano, 2007)
Árboles
Planté tres árboles en el frente
y la casa siempre tiene sombra.
Adentro se respira el aire puro
que entra en rodajas verdes.
Todavía no vi el aura de Juan,
aunque a veces el sauce
se inclina más de lo habitual.
(De la serie “Objetos”, en: Resonancia de las cosas, 2009)
Miniaturas
Los objetos se entregan
al claroscuro
que los elige.
Persigo
la secreta complejidad
de lo simple.
Las estaciones se suceden
los hombres quedan pelados
el aguaribay está verde
todo el año.
El benteveo canta
todas las mañanas
sobre el poste de luz.
Me trae buena suerte.
Al amanecer
el olor del pan horneado
invade el aire
con la misma fuerza
de un regreso al hogar.
Las hormigas caminan
por el cielo raso.
Dentro de poco
ocuparán toda la casa.
Hay que limpiar
el campamento
sacar toda la maleza
y sólo acoplamos
con los que sean
de nuestra misma
naturaleza.
¿Antes las cosas
eran mejores
o uno está envejeciendo?
Se escucha el sonido
de los rieles del tren.
Señal de mal tiempo.
Camalotes entrerrianos.
Islas flotantes
donde la vida queda.
No parpadear:
una figura alada flota
sobre el río.
Croar de las ranas.
Salta una chispa.
Basho medita.
(De: Resonancia de las cosas, 2009)
La música perdida
I
Algo resuena en tu cabeza ahora, cuando ya la noche
ha dejado atrás las estrellas y los paraísos sombrillas
se cubren de una fina pátina blanca.
Algo resonaría sin duda, desde el fondo de un naufragio.
Viene en oleadas un fox-trot envolvente desde un salón
iluminado por arañas fantásticas
y se deslizan como seda los pies de los bailarines
en cerámicas con dibujos orientales.
No se trata del vuelo que engendra la danza
o el cuerpo a cuerpo de una pareja abrazada
que inventa otro idioma en voz baja.
Ni exactamente de la música ni del olor
de perfumes franceses sabiamente combinados con la alta
cocina que impregna el ambiente. Ni de suntuosidad
a la manera de una Serenata a la luz de la luna.
Más bien es la resonancia de todos esos elementos
que ahora se mezclan en tu cabeza.
El recuerdo de algo ocurrido en otro espacio
y en otro tiempo y la certeza
de que en realidad nunca estuviste ahí.
Mientras tanto, el fox-trot continúa
habría continuado dejando escuchar el glamour
de vasos de champagne entrechocándose
y un poco más apagados las risas
y rumores de conversaciones intrascendentes.
Tampoco se trata del deseo de pertenecer
a una clase de gente que siempre te ha dejado afuera.
Se trataría de un lugar de la memoria
en el que alguna vez estuvieras, al sesgo, como los chicos
detrás de la puerta de un mundo que no los contiene
o como una vez escucharas el blues por la ventanita
del sótano de un pub donde un negro tocaba el saxo
cerca de la medianoche y el sonido se llenó de un humo
que no pudiste respirar.
Sí... entonces mirabas la escena, y la fiesta
habría comenzado para vos cuando todos se hubieran ido.
Entonces ciertas mujeres se convertirían
en Afroditas que te incitaban a una gesta alucinógena.
Pero nadie te invitó nunca a ninguna fiesta
Aunque esa música todavía resuene
como la letanía de un canto gregoriano
Aunque el olor del coriandro y el sabor de la uvas
y una negra al son de La Vie a Rose,
te digan que todavía estás ahí.
(De Ruido de fondo, 2001)
Astor
Hay un rojo en el manzano,
pero no del sol ocultándose,
tampoco la sangre después de
haber dicho lo que esperábamos:
el fraseo final.
La sombra llega por los agujeros
de un bandoneón lejano
y se pierde con el día.
El olvido en las notas
desgarradas
por pizzicatos de violín
alucinados
donde la trombosis no llega.
Los dedos paralizados
golpean nudosos con un tenedor
los costados de la cama,
un plato humeante con olor a hospital
como una noche desterradas
a la que nadie llega,
Después no sé si fue la vida.
No habrá más fuelle ni recuerdo.
No se podrá volver con la frente marchita
a ninguna parte
porque volvimos al tango
desde tus ojos cerrados.
Hay un bandoneón que espera
El sonido que no llega,
con su fuelle roto
y no podés volver.
(de El margen de la aldea, 1992)
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