Alicia Duo
Escritora nacida en la ciudad de Mendoza, su lugar de residencia.
Su obra poética ha sido publicada en suplementos culturales, revistas literarias y antologías.
Su obra narrativa en:
* Suma de cuentos (2000)
* Historiografía pendular de un solo y mismo amor (2001) Gran Premio Vendimia - 2001
* Bailar vino beber tango (2007)
De vino y tango
Hacer la viña.
Transpirar los amores del racimo.
Esperar las tormentas.
Coser con el hilo de las preocupaciones
y rearmar con las manos cada tiempo.
Rechazar, a corazón abierto, el dolor de las pérdidas.
Dividir, con sangre propia, el pan sobre la mesa.
Multiplicar los hijos.
Más allá del destino, esperar otras mañanas, otros soles.
Buscar los días de uvas tiernas.
Abanicar el viento de la nieve.
Mecerse en el calor de las montañas.
Beber el buen vino que traen los veranos
y bailar hacia adentro canciones de esperanzas.
Ser Argentina. Mendoza. Vino. Tango.
Tiembla el cuerpo
Baja desde los cielos
el agua bendecida,
baja con alas
batidas en las gotas.
Abro los labios;
detengo en la garganta
la sed del día a día,
necesidad que nunca pasa.
En mi devoto beber
me tiembla el cuerpo.
Tengo miedo del siglo XXI.
Espanto de quedar
parado en el desierto,
convertido en palo,
quebrado en las astillas,
arraigado espantapájaros
en tierras agrietadas,
desgarrado en los surcos,
quemado en las semillas,
desprendido en las flores,
agotado en los frutos.
¡Ah! Cómo he de gritar
con sangre desde adentro,
si en vez de beber a boca llena
se me seca la lengua para siempre.
Ya me veo difunto.
Fantasma en sequedales salitrosos.
Tengo miedo.
Que ella muera
Aúllo rencorosa a tanta luna.
Vuelvo los lomos a mi oscuro escondite
de diosa adormecida.
Envilecida, la luna,
me envuelve en sedas blancas
de rayos sin planetas.
Quiere llevarme a su santuario
de sangre y sacrificio.
Prevenida
en mi prudencia, escapo.
Si hay un combate
de tiempo sobre el cielo,
quiero que el sabio
me convierta en luna;
que yo sobreviva y ella muera.
Raíz - ceniza
Desazón que se desarma.
Desamparo de corteza corroída.
Un tenerse sostenido en la tristeza,
y un robledal vencido,
que llora al borde de la acequia.
Algo se va en el agua corrompida.
El devenir de la piedra triturada,
el barro sólido, en oscura sequedad,
es un despido de montaña,
un ya no ser
del que no quiero convencerme.
Y miro gris hacia adelante,
raíz sin tierra, ceniza del espanto.
Hacia adelante y gris.
La voz de Ulises
Otra vez ese canto de mar
que me atormenta.
Desligada de ataduras,
desde mi barco,
bravuconeo un grito.
En el inmenso arco del destino
siento la voz de Ulises
que como flecha precisa me contesta.
Sentencias del olvido
Aún cuando olvidó
lo presentía.
Reencarnada en la tierra
no fue puma ni torcaza,
ni pétalo de flor
anaranjada,
ni hoja, ni uva
de vendimia,
ni piedra molida
entre calizas y arenales.
La parieron mujer.
Fue casi nada.
Quiso traer la historia
en los recuerdos propios.
La voz de los siglos
ordenó el retiro en la memoria
y dictó una sentencia inapelable:
la declaró urbe et orbi
amazona rebelde del designio,
inexculpable, delincuente, condenada.
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