Tuky Carboni
Escritora nacida y residente en la Ciudad de Gualeguay, provincia de Entre Ríos
* El tan deseado rostro (novela)
* Hasta el próximo sueño (cuentos)
* Bajo Palabra (poesía)
* Cárcel sin límites (poesía)
* No creas que es el llanto (poesía)
* Doncella del Igüigüití (poesía)
Plagio involuntario
A veces me parece que he copiado
cada vocablo que escribió mi mano;
que nunca fueron míos
los versos que he firmado.
Será tal vez porque me reconozco
en las letras de todos mis hermanos.
¿Será que las palabras tienen dueño?
¿O será la Poesía quine las sopla
en distintos oídos del Alma Universal,
que canta hasta en los sueños?
Para encontrarte, padre
Para encontrar las voces que el amor hizo inmortales,
mi corazón sabe el camino.
Mi corazón lo sabe.
Hay que viajar al borde de la sangre,
dejar atrás las cicatrices de las lápidas,
pasar sobre silencios verticales.
Para encontrarte, padre,
mi corazón halló el secreto:
(no se pierden los seres entrañables)
hay que olvidar las lágrimas y el miedo.
Hay que borrar los bronces empañados,
para entrar en la médula desnuda
donde arden tu memoria y tus verdades.
Para llegar a vos,
mi corazón tiene la llave.
Y es inútil que afirmen
que hace tiempo que has muerto;
mi corazón
no se ha enterado,
padre.
Rogatica a los nombres del agua
Recuérdame el origen de tu nombre, agua materna.
Que no olvide jamás que al invocarte
mi voz entra a la infancia de la greda.
Líbrame de olvidarlo, agua materna;
porque es la vértebra celeste de tus nombres:
Guayquiraró, Mocoretá, Uruguay, Paraná,
la que sostiene el memorial del barro y sus leyendas.
Es sólo la raíz en llamas de tus nombres
la que sopla su huérfano fulgor
sobre la noche de la ofrenda rota
y el sueño de la hoguera.
Y es tu nombre ritual el que resuena
cuando un arco lunar
toca una rama en sombras
en el árbol cruzado de las venas.
Alúmbrame el recuerdo, agua materna.
Dame el tatuaje azul
y las sensibles manos alfareras;
el códice enterrado en el remoto estrato de la arcilla,
la pluma tornasol
y el brebaje de hierbas.
Y sobre todo, madre,
enjuáganos el corazón:
restituye a las bocas que te nombran
el antiguo sabor de la inocencia;
para que se nos vuelva azul la voz al pronunciar
Mandisoví, Ñancay, Yuquerí, Gualeguay…
Y se escuchen tus nombres trasnaprentes y libres,
como fue en el principio de las míticas lenguas.
ahora y para siempre,
hasta el último siglo de la greda.
Hasta
el
último
siglo
de
la
greda.
Al Gualeguay, todavía
Hondo animal que creces espumoso
contra horizontes lilas y anfibias poblaciones
colgadas de tus ramas:
tiemblo al pensar que un día te puedan enjaular, quebrando
tus costillas de nácar milenario
y doblegar de un golpe
tu orgullos testuz de puma alzado.
Todavía es posible hurgar en el hojaldre de tu entrañable orilla,
entre el limo geológico de tus amaneceres,
para hilvanar las cuentas de colores
que la Historia olvidó recoger.
Todavía es posible oir en tus silencios
la octava musical del alba de los siglos
que aún hace vibrar la cuerdas del paisaje.
Todavía es posible entrar con la mirada
a los reinos intactos del ágata y el jaspe;
y hasta podría jurar que me has mostrado
-al espejarme en tu luna fluvial-
oscuras migraciones transoceánicas
viajando por el tiempo hasta tu luz austral.
Cuando la escarcha herida por el sol naciente
se abandona a morir en tus riberas,
suben las gasas de tus fumarolas,
a salpicarse de oro contra el encaje de las arboledas…
Tal vez por eso, el corazón que habita tus regiones
aprende a levitar, como tus humaredas.
Así como el cristal de roca guarda en sus nervaduras
un soplo vivo del viento y de la luz de hace milenios,
amparas en tus vírgenes honduras,
entre la duramadre de tus correderas,
la identidad más íntima y más pura.
Oh, fluyente raiz del alma nuestra,
reflejo atemporal de nuestra sangre:
que sea siempre libre el capricho feliz de tus meandros
y sólo de nosotros la fuerza, la memoria
y el secreto ancestral que guardas en tu cauce
Participación en el gran concierto
Los ecos de Tu excelsa sinfonía
derramaban jardines siderales
en el silencio de las catedrales
y en la garganta azul de la Poesía.
Yo escuchaba, señor; y no sabía
que también a Tus hijos terrenales
nos creaste cual notas musicales,
para ser un sonido en Tu armonía.
Hoy mi pequeño corazón humano
vibró, cuerda feliz, bajo Tu mano
y resonó ell Amor, a cielo abierto.
Mi corazón de barro, ya bendito,
rozó la perfección del Infinito
y ejecutó una escala en Tu concierto.
Nosotros, ¿los bárbaros?
“La pintoresca aunque venenosa flora
de la miseria”
Adolfo Colombres
En el brumoso mundo de las selvas de jade
o entre las grietas de las altiplanicies
besadas por el viento,
se suelen despertar sus reyes coronados
por soberbios plumajes de pájaros ya casi extintos.
Pasan,
trizando el silencio de los siglos,
sobre la espuma roja de los sacrificios,
como pasa, entre las lluvias y el follaje,
sigilosa, la sombra de jaguar.
Ah, el himno pétreo de su remota gloria en Machu Pichu,
el nácar del caracol sagrado en Tiahuanaco,
la almendra oscura del sueño de Tilcara….
Flores amortajadas entre los pasadizos, las ciudadelas
y las graderías desiertas del pasado;
fragmentos de un alfabeto lítico aún sin descifrar.
hieráticas honduras de un fuego antiguo
que derivó en cenizas.
Y sin embargo,
el corazón del hombre y la mujer americanos
guarda, en un pliegue de su memoria austral,
un esplendor de plumas tornasoles y turquesas
donde de vez en cuando asoman, como orquídeas salvajes,
la delicada orfebrería de un ónix o un cristal tallados,
pectorales y ajorcas de oro macizo,
exactos calendarios,
mapas e itinerarios de constelaciones
y vasijas de barro para acunar el sueño de la muerte,
o el alma colectiva de la papa,
el tomate, el zapallo y el maiz ancestral.
Mirad los ojos de la gente oscura,
sus rostros
como esculpido por el sílex de los tiempos.
¿También la colorida y venenosa flora
de su miseria actual es nuestra?
Nuestra vergüenza es suya.
Lamento no haber descubierto antes a esta excelente poeta entrerriana. Cuidadosa de la forma y de una hondura semántica que deja al lector emocionado. Y eso es la poesía, un mensaje bello que inmanta a otra alma(Platón).
ResponderEliminarSeguiré su obra
Lectora de Gualeguaychú...
Maravilloso reencuentro con las raíces de un pasado no sólo en la profundidad telúrica, sino también desde los más recónditos altares donde el alma se inmola para encontrarse no sólo con ella misma, también con Dios y los hermanos...¡Gracias Tuky! querida compañera de sueños ¡ y pesadillas!
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