Susana Szwarc
Escritora nacida en Quitilipi, provincia de Chaco, en 1954
Libros publicados:
* El artista del sueño
* En lo separado
* Trenzas
* Bailen las estepas
* Bárbara dice
* El azar cruje
* Una felicidad liviana
* Aves de paso
* Había una vez una gota
* Había una vez un circo
* Salirse del camino y otros cuentos
Declive
Por el ojo de la cerradura vemos
cómo deja la palangana en el suelo: tiene agua. Ahora
no se ve. Hasta que levanta la mano
blanca, la misma con que la prisionera (jovencita
en Siberia) llevaba maderos hacia el barco.
¿Y las niñas? en la escuela
atrás de la vía.
Tiene una gillette y el ojo apoyado en la cerradura mira
su negra axila de abeja-madre. Arrasa. Algo se corre.
En el encuadre, un ojo mira al otro.
Si me estiro veo
la palangana (llena) de estrellas y abedules
también blancos: habría nevado.
(El hermano, sobre la nieve, corre
a la muchachita y ahora los ojos ya no ven.)
Atrás de la vía:
campanas.
Va a salir. Hay que correrse. Abre la puerta y desparrama
el agua (turbia) al gallinero. Nubes la alejan, hacen pasillos
hasta que tiende más ropa en puntas de pie. Los brazos en alto. Abrocha.
¿Cómo hallar ahí dónde posarse?
Definición
Alza el balde. Se pregunta
cuál pesa menos, un lleno
o un vacío. No alcanza
la respuesta porque ve
otros ojos.
El observador determina
que semejante situación:
la sequía, el calor, pero
sobre todo el largo trayecto
con baldes repletos,
es dramática para una mujer.
Mientras la mira
caminar con los baldes
le informa: es un drama.
-Pesa vacío. Lleno pesa menos,
dice, la del balde
y ofrece agua. Silencio.
Junta.
Envuelta en la mirada
que le avisó, su andar se hace
pesado. Tiene sed.
En el fondo
El punto de verdad se descose
en la repetición del sufrimiento,
dijo una de nosotras mientras mirábamos el balde
(¿de qué color era?)
juntar el agua
escasísima
del fondo del aljibe (por la sequía hicimos
un pozo
en el lugar de la huerta). Yo amaba las ortigas,
lugares de aventura: ¡madre! ¡madre! mirá
me picaron las ortigas, está roja
como un balde mi mano.
Y en la Reservación, ella,
curandera, me peinaría).
Allá, en el fondo del aljibe
el movimiento era un paraíso y la boca
se nos llenaba
de frases que cumplíamos. Por ej: "quien se aleja
de su casa ya ha vuelto".
De sólo decirla hicimos los bolsos. Nos fuimos
a la ciudad. (Una costumbre
de mujeres, hacer acto la palabra).
Olvidadas al volver
gritamos: ñde añamembyre, ¿mba'ére
pikó oré reyá?
Podría enojarse, trancar
la puerta.
"Lublú" le insistía durante la noche
por el sufrimiento del verano y él
-la puerta abierta-
ofrecía su torso desnudo.
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