Sergio Pravaz

Escritor y periodista nacido en la ciudad de Córdoba en 1960 y residente en Rawson, provincia de Chubut, desde el año 1988


Libros editados:
* Calimba (Trelew, Chubut, 1997)
* Los héroes de la esquina (Trelew, Chubut, 2000)
* ContrArmonía (San José de Costa Rica, Costa Rica, 2003)

Libros inéditos:
* El guitarrista no sabía música
* Sueño de tomón
* El mar de los poetas/Homenaje a hombres y mujeres del mar de Rawson
* Memoralias de la tribu
* Haikus de este lado del mundo
* Lírica de prensa
* Papeles de la mirada


saltar a ninguna parte

el poema no tiene cielo
como no tiene fondo ni altura para
saltar a ninguna parte

apenas si soporta el peso del mundo
vaya uno a saber cómo

está al corriente
de todas las novedades
pero los que valen
parecen puños
en la galaxia equivocada

dice firme en un tráfico de palabras
que no serán absueltas

es capaz de hurgar
en el orificio de la
cabeza de trotsky
hasta hallar esa flor de tamarisco
que aún respira

suele despreciar la rapidez
y sólo apuesta fuerte
cuando el viento se agota
y se retira


el poema no tiene cielo
pero sus mandíbulas
agitan la morosidad en esta comarca

acaricia la muerte y la vida
con la misma mano

duerme en ese umbral con los ojos abiertos


en el sur

¿pero si me abren el corazón padre?
seguro que sólo encontrarán palabras

las que callan para obtener
el favor de ese otro
que soy todo el tiempo

rara alternativa de meter manos
como quién hurga
en un desierto y
ubica un oído una madera un viaje
o tal vez esa ventana
para mirar el mar en cangrejales
y regresar encendido

¿pero dónde habita ese vértigo?

ese precario sitio de la victoria
más prodigioso
que la mirada de rimbaud

¿donde el desatino
cuya carpa es invulnerable?

más allá de la piedad y
los peces atrapados

de la emoción que promueve
al corazón para que aprenda

¿donde hay un puñado de ese hechizo?

en el sur padre...
en el sur


en colectivo a comodoro

a veces el tacto duele
de sólo imaginar tanta belleza

la vi ahí
esplendorosa entre
las matas y el pedregullo

saltando cañadones
barriendo los arroyos
andaba la tarde estallada
buscando más espacio

es un mantel arrojado para el disfrute

una nada aparente que es todo
y también ese rumor que supo
del diluvio

y sigue ahí
pegadita a la ventanilla del colectivo
para que mis ojos pulan la memoria
mientras dios pierde el tiempo
en algún menester oscuro

la ruta se convierte en una gitana
que estira sus medias
como un idioma sin huesos

esta boca abierta en la meseta
es un océano

golpea contra los paredones
que abrigan unas cholgas allá en lo alto
donde el colibrí no llega

no hay árboles en esta tierra
sus raíces se fueron con el mar

no hay espacio para el odio
a través de esta ventanilla

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