María Neder

Narradora, poeta, periodista cultural nacida en la ciudad de Buenos Aires y resiente en la Villa de Merlo, provincia de San Luis.


Libros publicados:
* Contra Corazón (cuentos 1993)
* Entre los huecos (cuentos 1994)
* Cuando octubre (poemas 1997)
* Fisura de boca (poemas 2003)
* Lectora a domicilio (novela 2006)


Fisura de boca

En el espejo hay una cebra.
Subir el volumen de su pelaje y ojos de luna.
Enunciarla.
Una voz en celo.
Una cebra en espejo amanece
por cada línea oscura invitadora.
Ir/yendo hacia los lugares peligrosos
subir una zona real e insegura por lo tanto.
En celo.
Humedecer los gritos
-no deberíamos tener tantos nombres-
y decir esta hambruna envuelta en trapos de red
es el hambre de mí.
Ponerse al revés la camisa
y las costuras de mis pieles a la intemperie.
Lamerme la cara a la cebra
en ascenso salvaje
salida del marco del espejo
y lamerme los huecos otra vez
-no deberíamos tener tantos nombres-.
La cebra se despega de citas furtivas.
El tren no para en todas las estaciones.
Las ventanillas espejan escondites de furia.
Muchos demorados escondites.
Es la caída de todos los templos
ante los ojos de luna de mi cebra en celo.
¿Se equivocan menos las manos?
Qué abajo el suelo y las baldosas, sí
cuatro líneas era cuando las pisaba,
se han convertido en figuras geométricas ideales.
El diccionario no le sirve a nadie,
ella es tímida y difícilmente domesticable
sabe que está en peligro de extinción
hay que subir el volumen de
un bramido fuego orgasmo vuelo pequeña muerte
sentir el temblor
la otra parte
escapada por el tejido abierto.


Sentimental journey

¡Qué grises y sucias y opacas y
pegajosas y húmedas son las
ciudades bellas!
atestadas de olores y niños solos y caras
desorbitadas y árboles moribundos.
¿Qué vestigio aroma día grito hambre
me atrapa en esta gran urbe que te tiene
y llama preguntando por mi nombre
cada noche?
Y yo regreso ¿hasta cuándo?
y miro el ancla edificada por tu cuerpo tus
labios para tanto sauce
naciente entre mis piernas.


Poema 8

Saberte sobre mi abismo
daga me descubre blanca brillante
enlaza mis pezones a tu boca
digo la forma alucinada volada ascendente
que trepa tu montaña se hunde
bajo la tierra en dilatada
tiernísima humedad
y sumergida una vez más
abrir los ojos buscarte entre algas
fantásticas me vuelven amielada
liviana bajo tu silencio de saliva
embriaga me derrama al aire
¡qué inabarcable el cuerpo!
sólo una porción apenas movediza
intenta llegar donde
un ave acólita incuba
tu mirada nueva.


Introito

Son instantes como puertas
hacia el otro lado puertas,
resquicios anteriores al acuerdo
de un juego cerrado.
Un itinerario sin mapas
-brutal orgasmo hacia el abismo de vos.
Ese deseo te encamina, te encarcela.

Tierra de nadie en el reparto,
una burbuja de instantes de neblina.
No es drama no es comedia ganar.
Tener pares es virtud y creencia,
son cinco cartas siempre provisorias
y no dejar la luz encendida.
La reina vale oro, pervierte lo mirado
inventa la madre,
en estados alterados el rey sigue a la reina
-el otro lado es éste.
El as interpone su valor y te pierde.
Pesadilla de tu medusa es el calendario cifrado.
Cronómetro de señas
la atracción hacia el pozo.


Iniciar la práctica

Ahora te pareces a la niña
llamada Julia
que emprende el andar, la indagación de
los rincones del silencio, los sabores,
el balbuceo de la palabra “jugar”.
Alguien sin rostro se llama contrincante,
es chipotle mexicano
-iniciático sabor-
te quema la lengua los ojos los guantes
las yemas de los dedos mientras
cincuenta metros bajo el agua
el efecto narcosis
trastoca una carta entre ambos.
Iniciarse
ejercitar sonreír frente al espejo.
Cultivar girasoles en la arena
antes de la jugada tramposa
cuando
un reloj antiguo da las tres de la tarde
y el sol no alcanza en el sitio de la negrura.


La voz impresa

Y te pierdes madre en una voz grabada
en la piedra.
Diamantes tréboles piques y corazones,
la distinción de las heridas
-otra palabra oscura, alargada,
como las huellas de cigarro en la madera.
Y la voz suena en los silencios del piano
y el piano responde en los silencios de la voz,
quemada en la última negrura,
pintada en el piso de parquet
la alargada herida del fuego del vicio
prohibido en Madrid, en París, en Buenos Aires,
y el vicio de oírte también.
Las jugadoras son raras solitarias
fuman tabaco, duermen de día,
no cocinan torrejas ni cazuelas.
Y ¿cómo vienes madre a aplaudir
como aplauden en el campo insistentes
ante la puerta del otro lado?
¿Cómo me pides que te abra
de este lado, si ando como gata
y un cigarro y otro?
El idéntico ahogo en el hueco
de una pisada en la nieve.

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