María Gabriela Abeal

Poeta, decoradora de interiores, técnica ceramista, maestra de Reiki nacida en Buenos Aires en 1969, reside en la ciudad de Mar del Plata.

Libros publicados:
Cotidianos (ICAM-Venezuela, 2007)
De villancico y candela (Ed. Emilio-Mar del Plata, 2009)



Dulce carmín

Dulce color rojo
invades por todas partes.
Bandera en las mejillas,
en el vientre: quiero amarte.
El agua se hace almíbar.
La cintura, enjambre.
El pecho
es el develo
de tus ojos
al mirarme.
No en vano me apresuras
a incendiarme en tus brazos.
Pueden más
los besos tuyos
que la honradez
de mis actos.
Descansa, amado mío,
iré a bañar los pecados,
para que cuando regrese
me unjas de ardor los labios.


Palabras de pimientos

Digamos que es febrero,
más bien marzo
y en mis mares su osadía se estremece.
Que me enredo a su cuello como araña
y lo lleno con palabras de pimientos.
Digamos
que él quisiera aquietarme
convertir las rompientes en un río.
Primero borraría su linaje
hasta llenar de saliva sus secretos.
Digamos
que lo cubro con almíbar,
caricias de canela,
boca de serpiente.
Que me pinta el infierno en sus poesías
para que decida incendiarme con sus verbos.


Los elegidos

El mar entró por la ventana, llevándose consigo todos los recuerdos.
Un durmiente lo sepultó en la Atlántida.
Y las sirenas quedaron varadas sobre los escombros.
Desde el cielo todo se veía en calma, como las sábanas luego del arrojo.
Pero en la espesura del valle de la nada, los cuerpos flotaban boca abajo como pidiéndole perdón al mundo.


Fiebre I

Mis manos han de tenerte
para volverme alfarera
artesana de tu sangre
verduga de tus caderas.
Y, si llegado el momento
de tu miembro apareciera
la espuma que se derrama
y en las orillas se siembra.
Yo te juro por mi casta
por mi fiebre
y la insolencia
que a tu cuerpo de agua ardiente
lo haré
vapor en mi hoguera.



Braveza
El manual de la bestia



Maniatada
a la memoria de tus actos
dilapido mis días
recordándote.

II

No se si Adán
será la cruz de mi existencia
o el redentor
de mis libidinosidades.


III

No te burles
del poder de mis hechizos.
Porque serás
el primero
que sucumba
ante mi arte.

IV

Despójame
de toda prenda
para poder abrigar
tus necesidades.


V

Que tu mirada
desenvuelva los misterios.
Tus manos
desabrochen las beldades.
Que posees
un aguijón entre las piernas
y mi carne
desea envenenarse.


VI

No descuides tu decencia
será la fisura
donde cultive
mis ferocidades.

VII

Tu pureza
la donaré a un monasterio.
Tu dulzura
la repartiré en frascos.
Solo quiero
que me brindes
tu fiereza
y saques de mí
la amazona impenetrable.


Solves

Dedicado a la memoria de Hebe Solves

“Ordenó el orden”
para huir del tiempo.
Preparó un té,
se lavó las manos.
Secó la vajilla,
cerró los cajones,
buscó en la heladera
el jugo y las ganas.
Cortó las cebollas,
molió la pimienta,
sobre los miedos
picó algunos ajos.
Ordenó la vida
del plato con sopa,
del tomate al medio,
del pan en rodajas.
Coció los recuerdos,
podó la memoria,
bajo el delantal
guardó la manzana.
Ordenó las ollas,
peló las arvejas,
y con un cuchillo
cortó la nostalgia.

Instantánea
Me ofrezco
a los delirios terrenales,
sentada en la silla de tu angustia.
En la noche
cuando sueñas con mis ansías
y te bañas con fervores de locura.
Me ofrezco
como último deseo,
para ser
la cena entre tus manos.
Devores
mi costado por el frente,
y entres a mi mundo por la espalda.
Me ofrezco
como presa de los dioses.
Sacrificio
que se añora hace años.
Me ofrezco
por el verbo en las alturas,
y tú nombre
que me mata a la distancia.

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